Movimiento y tensión al mismo tiempo
Al igual que el resto de los animales, los seres humanos tienen la habilidad de mover su cuerpo y desplazarse. Estas capacidades son tan normales y cotidianas que actos como levantar objetos con las manos, correr, mantenerse de pie o gesticular no llaman nuestra atención.

Cuando pensamos en los músculos, lo normal es asociarlos a las masas de carne ubicadas bajo la piel y sobre los huesos. Aunque eso es correcto, también son parte importante de los órganos que se encuentran dentro de nuestro cuerpo.

El que tengamos más conciencia de los músculos externos no es ninguna casualidad, ya que sobre estos tenemos control y decisión. En cambio, los órganos internos trabajan por sí solos, sin que nos demos cuenta y sin importar en lo que estemos concentrados. ¿Has sentido cómo se mueve tu estómago cuando tienes hambre o después de comer? ¿Te has fijado en que tu corazón nunca para de latir, o en cómo se expanden y relajan el diafragma y los pulmones para que puedas respirar? Estas son algunas de las cosas que suceden en tu cuerpo mientras lees, juegas, duermes o haces cualquier otra cosa, sin que intervengas voluntariamente en ello.

Al nacer, todas las personas tienen la misma cantidad de fibras musculares. Número que no aumenta a lo largo de la vida, porque estas células no se multiplican.

En la juventud, los músculos se han desarrollado, más en los hombres que en las mujeres, porque su crecimiento se encuentra regulado por la testosterona, que es la hormona sexual masculina. La mayor fuerza se alcanza alrededor de los 30 años.

En la medida en que la persona se hace mayor, las células se degeneran, por lo que el número y tamaño de las fibras musculares disminuye.

Cuando las fibras se dañan no son reemplazadas, ni siquiera en un cuerpo completamente sano. Sin embargo, se puede ejercitar lo que queda del músculo para que la parte restante se desarrolle yfortifique, asumiendo la función de la zona dañada.

Ya hemos mencionado que los músculos mueven y sostienen las distintas partes del cuerpo. Esto es posible mediante la combinación de dos acciones, la contracción y la relajación, que es cuando la primera se interrumpe o detiene.

La contracción se produce cuando una señal o impulso procedente del sistema nervioso les ordena a las fibras que componen un músculo que se acorten. Esto que suena relativamente simple, en realidad es bastante más complejo. Revisemos cómo es paso a paso:

1. El impulso eléctrico que trae la orden desde el cerebro o la médula espinal llega a las terminaciones nerviosas correspondientes al músculo que efectuará la contracción. Pero como estas terminaciones no están unidas o incorporadas a cada músculo, hay un pequeño espacio que la orden debe saltar.

2. Para que el impulso logre cruzar este espacio, los nervios liberan una sustancia química llamada acetilcolina. Se trata de un neurotransmisor, cuya función es facilitar la transmisión de los impulsos entre dos células nerviosas, o entre un nervio y el músculo, como sucede en este caso.

La acetilcolina inicia una actividad eléctrica que se extiende a través de toda la fibra.

3. Producto de esta actividad, las membranas de las fibras musculares liberan calcio, lo que pone en marcha el proceso mecánico de contracción.

4. Entran en acción dos proteínas que se encuentran dispuestas como filamentos: la actina y la miosina. Al recibir el impulso eléctrico, se entrelazan, recogiéndose. Como resultado de este proceso, se produce la contracción.