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La Vida en al-Andalus

La religión de los musulmanes es el Islam. Entre los deberes de los creyentes destacan: la oración cinco veces al día, el ayuno en el mes del ramadán, la limosna a los necesitados, la peregrinación a la ciudad santa de la Meca y el testimonio de su fe en Alá y en su profeta Mahoma.
El Califa era la máxima autoridad política y religiosa: dirigía el gobierno y el ejército, y era además el juez supremo.
La sociedad musulmana contaba con una clase rica y poderosa formada por pocas personas. La mayoría de la población se dedicaba a la artesanía, al comercio, a la agricultura o a la ganadería. Los musulmanes convivieron con los cristianos que permanecieron en los territorios conquistados.
Impulsaron la vida en las ciudades. En ellas vivía la clase social más elevada, además de los artesanos y mercaderes. Estaban rodeados de murallas y el gobernador residía en el alcázar, que era un palacio fortificado. Las ciudades eran un laberinto de callejuelas estrechas, en cuyo centro se encontraba el zoco o mercado y la mezquita o lugar de oración. A su alrededor se agrupaban los artesanos, ocupando calles enteras. En sus talleres trabajaban el cuero, el marfil, los tejidos, el oro y la alfarería.
En el campo desarrollaron técnicas de regadío y cultivaron plantas que habían traído de Oriente. Tenían sus huertas en las tierras fértiles, junto a los ríos, mientras que dejaban las tierras secas para que pastaran las ovejas.
En las principales ciudades de al-Andalus, y especialmente en Córdoba, su capital, hubo un gran desarrollo cultural y artístico. Esto se debió a la aportación de filósofos, médicos y artistas llegados del mundo islámico y, también, de grandes sabios nacidos en al-Andalus, como Averroes o Maimónides.
En al-Andalus, se construyeron edificios de gran belleza, como la Mezquita de Córdoba, la Giralda de Sevilla, las alcazabas de Málaga, Jaén y Almería y otros muchos castillos y fortalezas.